Esta historia empieza con un bebé y un tumor. Cada año detectamos 1.100 nuevos casos de esa cara especialmente cruel de la naturaleza a la que llamamos cáncer infantil. Sin embargo, este tumor y este bebé no eran normales. Pocos años después de sobrevivir al primer episodio, sufrió otro y luego otro y, así, hasta los doce tumores (cinco de ellos malignos) que ha tenido que padecer durante sus menos de 40 años de vida.
Estamos ante un caso excepcional que abre nuevas vías de diagnóstico precoz e inmunoterapia del cáncer. Un caso excepcional que se ha estudiado aquí en España.
Doce cánceres de naturaleza y tipos distintos. Es más, doce cánceres en zonas radicalmente diferentes del cuerpo y mucho más. Porque el paciente tiene manchas en la piel, microcefalia y otras alteraciones. Tantas que, según Marcos Malumbres, jefe del grupo de División Celular y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), “no entendemos aún como pudo desarrollarse durante su etapa embrionaria, ni cómo ha podido superar todas esas patologías”.
De hecho, cuando el paciente acudió por primera vez a la Unidad Clínica de Cáncer Familiar del CNIO y se tomó una muestra de sangre (con la idea de secuenciar los genes más frecuentemente implicados en cáncer hereditario), los investigadores fueron incapaces de encontrar ninguna de esas alteraciones. Sorpresa sobre sorpresa. No fue hasta que los investigadores analizaron todo su genoma que encontraron mutaciones extrañas en un gen, el llamado MAD1L1.
¿Qué significa esto? En principio, el MAD1L1 es un gen esencial en el proceso de división y proliferación celular. No solo es esencial, sino que es muy delicado. Esta mutación altera el número de cromosomas que tienen las células, las llena de aberraciones genómicas y las hace especialmente susceptibles a padecer tumores de todo tipo. Y lo hace con una enorme agresividad.
Tanto es así que en modelos animales se ha observado que, cuando las dos copias del gen acumulan alteraciones significativas, la consecuencia directa era la muerte del embrión antes de llegar a nacer siquiera. Sin embargo, eso no pasó con el paciente. Es más, dentro de lo que permite una salud tan delicada, su vida es perfectamente normal.
El síndrome más raro del mundo. Es tan raro que, como explicaba Miguel Urioste, investigador ya jubilado y líder de la Unidad Clínica de Cáncer Familiar del CNIO hasta el enero pasado, técnicamente ni siquiera «se puede hablar de un síndrome nuevo por tratarse de la descripción de un único caso, pero biológicamente lo es”.
Y, pese a todo, eso no era lo más interesante. Lo más interesante es que los investigadores pudieron ver cómo los cinco cánceres agresivos desaparecieron «con relativa facilidad». ¿Cómo era posible? Tras analizarlo con mucho cuidado, los expertos del CNIO han llegado a la conclusión de que “la producción constante de células con alteraciones ha generado en el paciente una respuesta defensiva crónica contra estas células, y eso ayuda a que los tumores desaparezcan». Es decir, el sistema inmunitario del paciente genera de forma natural una fuerte respuesta antiinflamatoria que combate los tumores.
Por eso es interesante: porque si eso es cierto, el paciente esconde una pieza clave de la lucha contra el cáncer: la que explica cómo podemos potenciar «la respuesta inmune [de otros pacientes] para ayudarles a frenar el desarrollo tumoral”. Y es que, si el sistema inmunitario puede aprender a atacar células con un número de cromosomas erróneo, la situación cambia de forma radical: el 70 % de los tumores humanos tienen células con un número de cromosomas anómalo. Es una de nuestras mejores bazas en esta batalla médica sin cuartel.
Nuestro futuro en miles de células de resolución. Y, por si fuera poco, el estudio también plantea que, como se puede ver en este caso, el analizar los genes “de cada una de las células sanguíneas por separado» nos aporta una cantidad de información impensable hace solo unos años y permite aplicaciones muy interesante de cara a mejorar el diagnóstico precoz. Se trata de algo que recién ahora podemos empezar a hacer (gracias a la tecnología disponible), pero que no sabíamos si sería de utilidad.
A las puertas de la gran revolución. Ya sabíamos que la genética iba a cambiarlo todo, pero no deja de ser maravilloso verlo en vivo y en directo. Es cierto que todo esto que nos trae el CNIO está en fases muy tempranas de desarrollo, pero basta con asomarse a los datos del estudio para ver que estamos a un paso de conseguir que nuestro sistema inmunológico se convierta en la medicina más poderosa de la Tierra.
Javier Jiménez