
Cada vez más investigaciones científicas apuntan a una misma conclusión: la longevidad no es solo una cuestión de suerte genética, sino una construcción diaria moldeada por nuestras decisiones cotidianas. Lejos de ser un destino inmutable, el envejecimiento comienza a percibirse como un proceso que puede ralentizarse, e incluso revertirse, con herramientas accesibles y avaladas por la ciencia.
“La ciencia ha demostrado que es posible revertir el envejecimiento, no sólo prolongar la vida”, asegura Eric Topol, cardiólogo, genetista y uno de los científicos más influyentes del mundo. Fundador del Scripps Research Translational Institute y autor del libro Super Agers, Topol advierte contra la creciente ola de pseudociencia en el campo del bienestar y propone un enfoque riguroso, basado en datos, para vivir más y mejor.
Topol subraya que muchos adoptan una actitud fatalista frente a su herencia genética y renuncian a cambios saludables que podrían marcar la diferencia. Romper con esa creencia es el primer paso para una vida más larga y plena. El ejercicio físico regular es la intervención más eficaz contra el envejecimiento. Caminar a paso rápido al menos 150 minutos semanales puede añadir hasta 4,5 años de vida saludable.
La evidencia nutricional favorece ampliamente a la dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, legumbres, granos integrales, aceite de oliva y pescados. Este patrón alimentario reduce la inflamación, mejora el control del azúcar en sangre y combate enfermedades como la diabetes, el cáncer y el Alzheimer. Dormir no es un lujo, es una necesidad vital. El sueño profundo permite al cerebro eliminar toxinas y al cuerpo reparar tejidos.
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