
El impuesto a las remesas, aprobado por la Cámara de Representantes de Estados Unidos y que ahora sigue su curso legislativo en el Senado, podría implicar un golpe al bolsillo de unas 40 millones de personas que envían dinero a sus países de origen para mantener a sus familias o sufragar gastos extraordinarios. Este impuesto también será un problema para las economías de los países cuyas arcas fiscales dependen cada vez más de los envíos de divisas que llegan desde Estados Unidos.
La economista boliviana Claudia Pacheco, presidenta del Colegio de Economistas de Santa Cruz, señala que el primer país en ser afectado por esta medida será México, ya que el 40 por ciento de las remesas que salen de Estados Unidos son enviadas allí. En 2024, México rompió su propio récord e ingresó 64.746 millones de dólares, con el 99,1 por ciento de estas transferencias realizadas por medios electrónicos.
A nivel mundial, México solo es superado por India como país receptor de remesas. La inmensa mayoría de quienes realizan estos envíos lo hacen para ayudar a sus familias, principalmente cónyuges, hijos y padres. Esto demuestra el enorme impacto que tiene el trabajo de las personas que emigraron en las economías de sus familias y, por extensión, en la de sus países.
Según cifras del Banco Mundial, las remesas constituyeron en 2024 el 27,2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Nicaragua, el 25,2 por ciento del de Honduras y el 19,6 por ciento del de Guatemala. Para Colombia, las remesas representan alrededor del 3 por ciento del PIB.
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