
La combinación de tratamiento médico y hábitos saludables mejora la supervivencia tras un evento cardiovascular. La labor del profesional sanitario no solo se limita al diagnóstico y tratamiento de enfermedades, sino que también juega un papel clave en la prevención y promoción de la salud. Un reciente estudio liderado por investigadores de la Fundación Jiménez Díaz, en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid, refuerza esta idea al demostrar que un estilo de vida saludable puede reducir en un 35% el riesgo de eventos isquémicos o muerte y en un 59% la mortalidad total tras un síndrome coronario agudo.
En un contexto donde las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte en los países occidentales, los médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud deben asumir un papel más activo en la educación del paciente y la concienciación sobre hábitos saludables.
El estudio publicado en la revista American Journal of Preventive Cardiology analizó el impacto del estilo de vida en 685 pacientes con antecedentes de síndrome coronario agudo. A lo largo de cinco años, los investigadores observaron que aquellos que mantenían hábitos saludables presentaban una reducción significativa del riesgo de nuevos eventos cardiovasculares. La alimentación equilibrada, la actividad física regular, el control del estrés y la eliminación del tabaco demostraron ser factores de protección independientes, incluso en pacientes que seguían un tratamiento médico óptimo.
Estos hallazgos refuerzan la importancia de integrar la educación en hábitos saludables dentro de la atención médica. La combinación de tratamiento farmacológico y cambios en el estilo de vida es la estrategia más efectiva para mejorar la supervivencia y la calidad de vida de estos pacientes.
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