
El cónclave es un momento crucial para la Iglesia Católica, ya que marca el inicio de un nuevo pontificado. Este proceso se desarrolla en la Capilla Sixtina, con todos los cardenales electores reunidos bajo estrictas normas de aislamiento y secreto.
En los últimos años, los cónclaves han sido relativamente cortos. El de 2013 concluyó en dos días con la elección del Papa Francisco. Lo mismo ocurrió en 2005 con Benedicto XVI. Pero en la historia hubo procesos más largos, como el de Viterbo (1268-1271), que duró 33 meses y terminó con medidas drásticas.
La votación se realiza mediante boletas individuales y secretas. Cada cardenal escribe el nombre de su candidato detrás de la frase “Eligo in Summum Pontificem” y lo deposita en una urna ceremonial. El ganador debe tener al menos dos tercios de los votos.
Al finalizar, se queman las papeletas y el humo blanco indica que ya hay un nuevo Papa. Entonces se hace sonar la campana de San Pedro y el cardenal decano anuncia al mundo: «Habemus Papam» , revelando el nombre del nuevo líder espiritual.